Se levantó soñando con la primera, y mientras sus ojos despertaban, aún intentaba seguir soñando, deseaba alargar esos momentos ya del pasado…, de un buen pasado.
Mientras se calentaba un café, con su punto justo de leche, se preguntaba por qué su mente se desplazaba a la primera, por qué, si justo el día anterior había decidido acabar definitivamente con la tercera. Al añadirle a su taza caliente un sobre y medio de azúcarentendió, sin dubitarlo mas, que su olla mental anhelaba los guisos de buen sabor,hechos con ingredientes naturales, a fuego lento de forma que el tiempo se casa con el buen sabor, casi de por vida, igual que un sueño mal educado.
Con el paso de las horas, el día avanzaba como el desconocido que camina entre una selva frondosa con la ansiedad de llegar al final, con la intranquilidad de que algo va a pasar.
Bajo la luz dorada previa a la noche, añadía un poco de miel a un vaso caliente de leche. Su garganta le continuaba apuñalando en cada inspiración profunda que solía tomar, inspiraciones que desaceleraban su motor, que le permitían disminuir las revoluciones provocadas por mensajes de despedida, por recuerdos de palabras, por olores que debían ser pasados, por convencerse de no compadecerse más, como sucedió con la segunda, como recién ocurrió con la tercera.
En el mismo espejo donde aclaraba sus ojos en la mañana, perfiló su barba para la noche. La ruta ya estaba marcada, solo había que seguir los mismos pasos que los de lanoche anterior. Se tomaba siempre, para empezar, cervezas de grifo y tapas de oferta, en la zona antigua de la ciudad. Le gustaba como la noche le sentaba a las fachadas de aquellos balcones, sentir los silencios de calles estrechas apenas transitadas, calles tan olvidadas.
Al marcar su reloj la hora del cierre de aquella terraza, pidió la cuenta a la vez que se preguntaba si realmente le apetecía seguir degustando cervezas de grifo con sabor a barril. La noche anterior, el último paso donde llegó era un Pub que antiguamente frecuentaba, un local de música divertida para sus oidos, de caras conocidas para sus ojos. Anoche los altavoces escupían ruido y las caras llevaban 4 patas y cola y todas con ojos pardos.
Aún así, tomó la vuelta de la cuenta, que el camarero puso en el cesto de la mesa, y con la misma tomó un taxi, desprendiendo dos monedas pequeñas destinadas al chico simpático que le ponía tapas y para el otro, que mientras llegaba al Pub, le mantenía una agradable conversación.
El dedo de espuma manchaba su bigote de barba perfilada, aunque con tan poca luz casi no se notaba. Todos bailaban al son del ruido, del mismo que a veces se convertía en música. Sentado en una silla alta de barra, a modo de señales, pedía una cerveza más de forma que igual que las rellenaban a la vez, sin saberlo aquellos camareros, rellenaban los minutos que gastaba en aquella barra de silla alta.
El encender de las luces, como de costumbre casi irrefutable, advertía el final de lanoche que lo acompañaba el silencio de aquellos viejos altavoces. Al disponerse a pagar, descubrió justo a su lado una chica de figura esbelta que solo esperaba por su amiga, para la cual, parecía ser, que era cuando le empezaba la noche.
No recuerdo cómo ni por qué empezamos a hablar, igual que en un futuro no recordarétampoco ya su nombre . Tampoco logro comprender como fue capaz de, sin conocerme de nada, nutrir una conversación con tanta ingesta de sentimientos. Me había acostumbrado a compartir opiniones, anécdotas, historias y hasta si me apuro, ideales, pero nunca había sentido lo que era que alguien entrase en mi fondo, al igual que yo en el suyo; como en el Hall de un Hotel de fachadas acristaladas, en el que todo es exquisito, desde el olor, la suavidad de sus asientos hasta la textura de la espuma del café.
El quehacer diario del Sol volvió a camuflarla entre los demás, justo cuando ya giraba la esquina de la calle en la que le dije "encantado". Por fin era verdad de que existían, de que las chicas de corazón sincero y noble, alguna vez se despistan y se pueden conocer. En las noches donde las que piden fuego o bailan ritmos sinuosos nunca serán capaces de arrancarse esos trajes pardos, muy pocas deberían vestir solo de color blanco.